La genialidad de Bejart radica no sólo en una fuente de inagotable inspiración sino, sobre todo, en su trabajo infatigable e implacable consigo mismo- creó más de 300 obras-como con sus bailarines, primero los de la compañia Ballet du XXème Siecle inmigrados de Suiza desde Bélgica, para pasar a ser Bejart Ballet Lausanne. Una legión de chicos y chicas perfectamente entrados para dar vida a la imaginación del maestro. Es por todo ello que Bejart, fallecido hace tres años, dejó un legado impresionante que su compañía, dirigida ahora por su sucesor Gil Roman, sigue difundiendo. Una obra renovadora de la danza, llena de fuerza, lirismo y originalidad sin igual. Quizás a causa de sus orígenes marcados por el cosmopolitosmo cultural y por una adolescencia de entre guerras, Béjart aprendió que hacía falta "hacer el amor y no laguerra". De ahí nació Le Presbytère n´a rien perdu de son chrame ni le jardin de son éclat 1997". Una coreografía en la que homenajeaba a jóvenes muertos por el sida, "muertos por amor" decía él, cómo su bailarin estrella y pareja Jorge Donn, o como su amigo Freddie Mercury. Y se lanzó a crear desde la entrega más absoluta. Quizás por ello Le Presbyterre, se haya convertido en una de sus obras maestras, una pieza magna dedicada a la vida a pesar de la fuente de inspiración fuera la muerte; una obra brillante, atrevida y con una banda sonora inigualable: toda la fuerza dramática de que fueron capaces dos hombres tan iguales y a la vez tan diferentes como fueron Mozart y Freddie Mercury. Toda la obra de Maurci Béjart se podría resumir como una carta de amor universal y le Presbytere no es menos. El rock sinfónico de Queen fué para él la excusa perfecta para romper con los cánones dancísticos y estéticos de la época y también se convirtió en argumento para hablar de temas tan polémicos hace una década y media como eran la homosexualidad o el sia, considerados poe algunos como los auténticos estigmas sociales. Mozart se presenta también en este espectáculo como otro genia al que le faltó el amor a pesar de que en todo su legado musical puede encontrarse algo así como el " amor universal".
Le Presbyere no ha envejecido y se proyecta como uno de los legados más impactantes de Béjart. El resultado es sin duda un espectáculo visual de colores brillantes , escenas atrevidas, técnica perfecta y por encima de todo entrega emocional infinita. (La Vanguardia, monografico especial Festival Castell de Peralada)
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